(08/03/2010)
La inmigración es una crisis en sí misma. No necesita una debacle financiera, un desplome bursátil, una caída del PIB. Pero si todo esto se produce, su crisis perpetua se ahonda. No hay flujo migratorio que no nazca de la insatisfacción, el atolladero, la depresión, y que no intente un desplazamiento hacia un escenario más próspero. Por eso la inmigración no cesa. Como mucho, varía su rumbo. 'La crisis -subraya Antonio Aguarón, subdirector xeral de Inmigración- afecta a todo el mundo por igual. En el actual contexto, con un mercado laboral restringido, las dificultades también las paga la inmigración'.
En el último recuento del Padrón, con fecha de 1 de enero de 2009, el número de ciudadanos extranjeros en Ourense se había incrementado un 11% respecto al año 2008, hasta quedar en 15.558 inmigrantes. Esto significa, según Víctor Iglesias, presidente de la ONG Terra de Acollida, que 'aquí tal vez no están del todo bien, pero están mejor que allí, en los países de origen, donde la situación es caótica'. Entre lo malo y lo caótico, se quedan con lo primero.
En la misma fecha, los extranjeros con permiso de residencia en vigor eran 12.781. Restados a los registrados en el Padrón, el resultado es el número aproximado de inmigrantes en situación irregular. Es decir, el 18%. Es de esperar que la crisis eleve este porcentaje. 'El proceso de entrada en la irregularidad se dará, entre otras razones, como efecto de la pérdida de empleo por parte de quienes tienen los papeles', afirma Miguel Fernández, presidente del Foro Galego da Inmigración. Antes o después, perder el empleo conducirá, si la crisis persiste, a 'la pérdida del permiso de residencia'. Porque aquellos que tramiten la renovación deberán acreditar un contrato laboral. De hecho, 'hay gente que ya está perdiendo el permiso. Lo que es un drama, porque en muchos casos les costó demasiado conseguirlo'.
El proyecto vital de todos los inmigrantes pasa por quedarse aquí. 'Prefieren aguantar la crisis, pagar sus consecuencias, antes que retornar', observa Miguel Fernández. Lógicamente no son inmunes a las acometidas de la crisis. 'Ellos poseen un problema que nosotros no: tienen menor capacidad de ahorro porque deben enviar remesas a los países de origen'. Aunque a la vez poseen otra ventaja: una mayor facilidad para adaptarse al mercado. No hallan inconveniente en 'cambiar de trabajo incluso a costa de cambiar de ciudad'.
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