Medio mundo recorta el voto exterior

No solo España está sumida en un controvertido debate político sobre qué dimensión debe tener el voto exterior. Mientras el Congreso trata de vencer la resistencia de la diáspora para reordenar la posibilidad de su voto, nuevos enclaves de la emigración, como México, Chile o Uruguay viven en estos días encendidas reivindicaciones de sus residentes en el exterior clamando por una ampliación del derecho de sufragio.

Pero lo cierto es que la tendencia generalizada es la de menguar ese ejercicio a los que trasladan su residencia al extranjero. Prácticamente toda la Unión Europea impide la participación en las elecciones municipales de sus emigrantes, aunque salvaguarda su voto en presidenciales y legislativas. Así lo hace Francia, que incluso a partir del 2012 abrirá la posibilidad a sus nacionales en el extranjero de contar con representantes en la Asamblea de la República. Desde 1958 su diáspora ocupa doce escaños en el Senado, pero a cambio no puede votar en los comicios locales. Un sistema similar está implantado en Italia, donde existen circunscripciones exteriores en cada Cámara, con doce y seis representantes, respectivamente, pero sin participación en las citas locales.

Amplio abanico en Portugal

Lo mismo ocurre en Portugal, que cuenta con una circunscripción para Europa y otra para el resto del mundo. En cada una de ellas por cada 55.000 censados eligen dos escaños. Para las presidenciales, la regulación es algo más curiosa y complicada. Pueden elegir presidente los emigrantes que no superen los quince años de residencia en el extranjero si viven dentro de la UE o en un país lusófono. Para los portugueses en el resto del planeta ese límite se establece en diez años, un plazo salvable si se regresa por lo menos durante un mes al país en los cinco años antes de las elecciones.

Holanda habilita las municipales también solo para los residentes y las legislativas para todos sus nacionales, salvo para los que residan en Antillas o Aruba, desde donde sí se puede votar si al menos se vivió diez años en los Países Bajos. Curioso resulta que todos los votos de los emigrantes que participen en las legislativas se computan en el distrito de La Haya.

Suecia y Finlandia tampoco abren sus ayuntamientos a su diáspora, pero sí a los extranjeros de la Unión Europea o de países escandinavos que residan allí más de tres y dos años, respectivamente. Canadá solo deja votar a los nacionales que lleven fuera menos de cinco años y tengan intención de volver, sin posibilidad en todo caso de participar en las municipales, como también ocurre en otros lugares como Argentina, Colombia o Estados Unidos.