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De Camerún a Vigo sin papeles

(21/02/2011)

De Camerún a Vigo sin papeles

 Thomas cuenta su odisea

Ventura Pérez Mariño ha escuchado y puesto sobre el papel la historia de thomas, un inmigrante camerunés que llegó a vigo hace diez años tras cruzar África y subirse a una patera que arribó milagrosamente a fuerteventura. En este relato, escrito en buena parte en primera persona, Thomas revive aquella odisea

Autor:
Por Ventura Pérez Mariño
Fecha de publicación:
20/2/2011
Thomas cuenta su odisea

«Los hijos en mi país son más una bendición que una carga; se cree que a alguno le irá bien y en una sociedad tan familiar arrastrará a los demás. Los hijos son una apuesta de futuro. Yo era el séptimo de ocho y fui elegido para viajar», explica Thomas antes de nada. Su madre le dio sus ahorros y su confianza, el equivalente a tres euros y el cariño materno. Viajaban dos: un amigo con 300 euros y él, con un mapa. Comenzaba el siglo y de Yaundé salieron dos hombres como si se tratase de un viaje organizado. Tomaron el tren, uno de esos tan llenos de colorido que nos gustan a los europeos y en los que, además de personas, viajan animales, y en los que se va provisto de comida ante la lentitud del transporte y las dudas sobre el tiempo que se tarda en llegar.

Fue una salida sin sobresaltos y con facilidad llegaron a Nigeria. Nigeria ya era otra cosa. Unos cien millones de personas en un país que paga el precio de tener enormes reservas de petróleo y una miseria desbordada: ricos muy ricos (pocos) y pobres muy pobres (muchos). De entre los países africanos destaca por la corrupción que se ha instalado a todos los niveles ,y por la reciente y triste explotación de miles de mujeres nigerianas que salen de su entorno africano a llenar las aceras europeas ejerciendo la prostitución. En España se dice que han tirado el mercado bajando los precios. También se dice que Nigeria es clave en África y, de ser así, ¡pobre África! Para Thomas fue un país que había que atravesar; y hacerlo con los ojos bien abiertos. Llegaron a Benin y de ahí a Togo y pronto estaban en Costa de Marfil. Hasta allí no fue un viaje turístico, pero tampoco hubo excesivos sobresaltos. Comía poco, subía y bajaba de unos transportes a otros intentando no pagar y dormía donde podía. En Costa de Marfil el panorama cambió. Como ahora, estaban enzarzados en una contienda civil.

A partir de aquí, la tensión de la historia crece y Thomas se hace ya cargo del relato: « La opción era clara: no sabía lo que cada bando pretendía, pero me uní a los que empujaban más. Con ellos las perspectivas de salir vivo eran mayores y se me abría la posibilidad de participar en saqueos. En África no hay guerra sin saqueo, es con el reparto del botín con lo que se paga a los soldados. Allí las guerras no admiten matices. No se pregunta, se mata, no hay más explicaciones. Me asusta aún recordar la crueldad sin límites. Los tratantes de armas y los señores de la guerra trabajan juntos. Siempre hay dinero para armar a niños y ponerlos cargados de metralletas en primera línea. En cambio, estas situaciones tan dramáticas son propicias para la amistad porque en ellas se establece una camaradería que permitió que uno de los nuevos amigos se ofreciese para cambiar las cefas del África central por las de África del oeste: el cambista no volvió y el camarada dejó de serlo. Salir de Costa de Marfil fue difícil. Es un país que llegó a conocerse como la Suiza africana, pero al que las guerras van dejando sin aliento. Una vez en marcha es muy complicado pararlas. Pero la vida sigue y tuvimos bastante suerte al encontrarnos un pastor camerunés que nos acogió en su casa. Con su ayuda, me surgieron diversos trabajos».

El antes y el después

El viaje de África a Europa es un viaje anfibio. Hay que cruzar países, vivir crueldades, a veces participar en guerras, atravesar desiertos y, sobre todo, desdeñar el riesgo; hay que llegar al mar sea como sea y ahí cerrar los ojos. No se sabe o no se quiere saber cuántos son los que se quedan en el camino. Cuando desaparecen, desaparece también la esperanza de sus familias, y tal vez otro miembro tenga que ponerse en camino. La desaparición no se inscribe en registros oficiales. Thomas tuvo suerte, la buscó y no se amilanó ante las dificultades. Pertenecía a una pobre clase media. Su padre murió cuando aún era un niño y allí no existen pensiones de viudedad. Su madre montó una industria alimentaria y salía todos los días con su carrito a vender alubias y galletas. Thomas creció, trabajó en múltiples oficios, fue boxeador... trabajos en los que se dura muy poco y se cobra todavía menos. Poco más que adolescente ya había tenido una hija con una vecina, hija no buscada que ha crecido sin padre. Antes de empezar el camino tuvo otra hija, que hoy pasea orgulloso por España, una niña que llegó aquí hace 15 meses y que estudia en un instituto de Vigo.

 

 

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