«Vivimos nunha casa na que se fala en galego e na que se respira a cultura galega, pero fóra a educación e as costumes das que nos empapamos son suízas». Esa dicotomía que describe María Jesús Costa, una joven bióloga que desde hace poco más de un año lleva las riendas de la sociedad A Nosa Galicia en Ginebra es la que viven cada día buena parte de los gallegos que ya han nacido en Suiza. Esa generación, compuesta por 15.691 ciudadanos, según los últimos datos del padrón de españoles residentes en el extranjero (PERE), ha dado un paso importante en el proceso de integración realizado por la comunidad gallega en el Estado centroeuropeo.

El hecho de haber cursado estudios superiores, gracias al esfuerzo realizado por sus mayores, y las ventajas de crecer en un Estado plurilingüe, ha ayudado a algunos de ellos a conseguir un trabajo más cualificado y, en consecuencia, mejor remunerado. Y es que muchos de los emigrantes gallegos en Suiza de primera generación trabajan en el servicio de limpieza y recogida de basuras, en el mantenimiento de comunidades o en la hostelería.

Echar raíces

Aunque los vínculos con Galicia todavía pesan, a diferencia de sus progenitores, cada vez son más los que han levantado los pilares de su vida en Suiza y, en principio, descartan la opción de regresar. Incluso algunos jóvenes que lo hicieron hace una década, atraídos por lo que resultó ser una efímera bonanza económica, han elegido ahora volver. Y también hay los que no saben de dónde son. De Galicia o de Suiza.

«Pódese criticar a Suíza, a vida é cara pero vívese ben», sentencia la responsable de A Nosa Galicia, la más numerosa de las entidades gallegas en Ginebra con unas 150 familias. Y lo hace en un gallego teñido con un claro acento francés. Los argumentos que utiliza para defender el modo de vida suizo pueden atribuirse a otros muchos gallegos de segunda generación. «Os galegos neste país viven ben, algo mellor que os de España. Parece que non se nota tanto a crise. Hai cousas que se encareceron, pero ese foi un fenómeno que non se produxo do día para a noite», añade.

El sentimiento que profesan hacia Galicia esas dos generaciones de gallegos que conviven en el Estado helvético es diferente. Bastan unos minutos en un centro como La Galaica, en Ginebra, para ver cómo los ojos con los que miran a la tierra madre los que nacieron en ella son otros. Lola y Ramón, por ejemplo, tras llevar 18 y 33 años, respectivamente, emigrados en Suiza, aguardan el día de la jubilación para poder regresar a casa. «Aquí -dice ella- hai grelos e lacón, pero non saben como en Galicia». Porque, aunque viven en el reino del queso y la leche crema, en Ginebra pueden encontrarse todo tipo de productos gallegos. Desde cerveza hasta pescado o chorizo.

Este caso ilustra una tendencia que confirman los datos del PERE, en los que puede observarse cómo solo un 10,2% de los emigrantes nacidos en Galicia y que ahora tienen más de 65 años continúan viviendo en Suiza.

Aunque María Jesús, al igual que Pablo, que trabaja en un banco suizo, o Tania, que despacha en una tienda, acuden con frecuencia al local de A Nosa Galicia, cada vez son menos los gallegos de segunda generación que frecuentan este tipo de sociedades. Lo reconoce la propia presidenta, que explica cómo han ido apreciando una caída en la afluencia. Todo pese a la renovación que han experimentado algunas directivas como la de este centro, que mantienen la actividad para conservar la cultura gallega.