El vermú puede ser dulce y amargo. A Francisco Castro le gusta saborearlo despacio para hallarle el punto. Lo toma lentamente junto a la barra del bar Basilea, en Vielha, capital del valle de Arán. Lo hace antes de comer. No tiene prisa. La vida le lanzó un revés y ahora está en el paro. Se encuentra justo en el mismo punto del que partió hace diecinueve años, cuando con solo veinte se vio obligado a hacer las maletas y dejar Camelle para buscar una vida mejor. Eligió este valle del Pirineo, como otras decenas de gallegos, porque la construcción era hasta hace unos años un paraguas bajo el que se cobijaban los nuevos trabajadores que, poco a poco, fueron levantando cada uno de los nueve municipios que componen Arán. En el 2010, en base a los datos que maneja el Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat), había censados en la comarca 493 habitantes nacidos en Galicia, un 4,8% del total.

Aunque el número ha descendido. Hace diez años eran 617, la mayor comunidad formada por no catalanes dentro del valle de Arán.

Pero han ido a menos. Porque Francisco, lo mismo que muchos trabajadores de la construcción, el que fue uno de los sectores punteros en la economía del valle después de los servicios, volverá a hacer las maletas. Hoy ya está de vuelta en Galicia, en Camelle. Está a la espera de formalizar un contrato en Suiza a través de un familiar. Con el afán de empezar otra vez de cero. «Viñen para traballar na construción, logo fun policía municipal, marchei a Alicante e ao volver montei unha empresa de construción», relata. El problema fue cuando el sector se desmoronó «e non houbo forma de cobrar, agora estou na rúa sen paro e sen nada», dice.

Empresas

El varapalo fue especialmente fuerte para los gallegos. «Antes había unas 150 empresas de la construcción en el valle. Muchas eran pequeñas, pero ahora hay unas 42 y un 70% son de gallegos», explica el empresario Mario Vázquez, dueño de la constructora Galiarán. Además, explica Francisco, la llegada de personal extranjero echó por tierra los precios, sobre todo cuando el volumen de trabajo comenzó a bajar. «Traballan por moi pouco e hai algúns que viven varios nun piso e claro», comenta. En el 2000, el número de extranjeros era de 388, pero en el 2010 multiplicaban por cinco al número de gallegos.

La desaparición de compañías y la caída del negocio constructivo vino acompañada de un éxodo de trabajadores hacia otras zonas. Solo los que habían comprado una vivienda para tratar de echar raíces mantienen el padrón en el valle. Fuentes del Ayuntamiento de Vielha-Mijaran, la capital del valle, aprecian también el descenso de gallegos en la comarca que constatan las cifras. «Durante el último año, en el 2010, hemos observado cómo muchas parejas que habían llegado hace poco, han elegido irse», explican.

Es algo que también observan los propios trabajadores del ramo. «Polo momento, quedo aquí, pero houbo moitos que marcharon porque falta traballo e cando non hai hai que marchar», explica un obrero de Cuntis que vive ahora en Bossot.

Tal vez por eso, las estadísticas del paro resultan equívocas a la hora de observar los efectos del parón de la construcción en el valle. Y es que, según un informe sobre el paro en Cataluña realizado en base a los datos de la EPA, el índice de desempleo de la comarca de Arán está en torno al 5%. La razón es que cuando los emigrantes que han venido a trabajar dejan de estar ocupados, vuelven a marchar.

La realidad, lejos de la estadística, la palpan cada día los que viven ahí. El escenario ha cambiado mucho. «Aquí había moita obra», explica Francisco, o Paco, como le llama su amigo Manolo Pose, el propietario del bar, un vecino de Vimianzo que invirtió todos los ahorros que ganó en Suiza en levantar la casa de comidas.

«Aquí traballábamos moito cos obreiros. Tiven aos dunha empresa galega que veu aquí para facer o túnel comendo durante dous anos», explica el hostelero. Y mientras, mira ahora hacia un comedor en el que cuenta con una mano las mesas que se le llenan cada día. El negocio ya no es lo que era, pero no se plantea marchar. Ahí lo tiene todo.

Junto a la barra del bar también está tomando una cerveza Manuel Pérez. Es de Vimianzo, trabajó en Suiza 17 temporadas hasta que llegó al valle de Arán en 1995. Escucha hablar de Suiza. «E non haberá un traballo por alá», dice. Aunque ha comprado piso ahí, las cuentas no le dan. Cobra la ayuda familiar, pero eso no le llega ni para la hipoteca. Es cantero, pero ahora no hay qué hacer en la obra. «Nos últimos dous anos os soldos baixaron á metade», explica.

Hostelería y servicios

Más optimistas son los que trabajan en sectores como la hostelería o los servicios sociales. Adriana, que llegó hace cuatro años; Diana, que lo hizo hace seis, y Josefa, que lleva ya 17, están en un centro de mayores de Vielha. Habitualmente se reúnen en una cafetería del centro. Ahí, en el Coto Marzo, trabaja otra de vecina nacida en Vimianzo, Mónica. Ahí hablan de cómo les ha cambiado todo.

«Aquí polo menos chegas a ser mileurista, alá en Galicia non», dicen. Y Adriana resalta que en Arán únicamente tardó un mes en tener un trabajo fijo. Ganan más, pero los precios son más altos. El coste de los pisos, por ejemplo, varía entre los 2.000 y los 2.900 euros por metro cuadrado.

Ocho euros la hora

La caída de la construcción ha tirado por tierra los precios. Fuentes del sector explican que un oficial de primera está cobrando unos ocho euros la hora, y un peón, seis. En servicios sociales, el sueldo está sobre mil euros netos.