Oviedo, José A. ORDÓÑEZ

Joaquín Arango, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y presidente del Foro para la Integración Social de los Inmigrantes, pronunció ayer una conferencia en Oviedo dentro del ciclo «Demografía y políticas demográficas para una nueva década», organizado por el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA). «¿Cómo gestionamos las migraciones?» fue el título elegido por Arango, uno de los principales expertos de la materia en el país, para una conferencia en la que desgranó las claves principales para enfocar adecuadamente el fenómeno migratorio. Son éstas.

l La pregunta original. Al punto de partida. ¿Cuál es la mejor forma de gestionar las migraciones? Arango señala que estamos ante «un reto muy difícil, crecientemente difícil, sobre todo en lo que concierne a la inmigración laboral, que es abrumadoramente mayoritaria en España y en el sur de Europa». El catedrático sostiene que «todos los países desarrollados necesitan inmigrantes y en todos ellos hay reticencias, reservas o rechazo a admitirlos, sobre todo si llegan para quedarse». Esta paradoja, según explica, construye «una gran tensión entre la necesidad del inmigrante y el rechazo que genera, que también es una tensión entre la demografía y la política». Ahí está la clave.

l Las tres respuestas. La tensión que plantea Arango encuentra tres respuestas, que son los tres modos principales de enfocar la inmigración. La «post clásica», explica el catedrático, está vigente en Estados Unidos (EE UU), Canadá o Australia. Son países en los que este fenómeno es un hecho «fundacional» y en los que se acepta una inmigración amplia, aunque regulada y selectiva, fijando cada año una cantidad determinada de inmigrantes que no está ligada a las vacantes de empleo. «Son países que admiten personas, que luego se convierten en trabajadores», concluye Arango. El modelo europeo está marcado por las importantes actitudes negativas y hostiles hacia la inmigración, incluyendo partidos políticos abiertamente xenófobos. En este caso, según el ponente, «las políticas de admisión son fuertemente restrictivas y requieren de fuertes justificaciones, sean por derecho al agrupamiento familiar, por asilo o por vacantes de empleo sin cubrir». Para Arango, se trata del sistema «más difícil de gestionar». Un tercer modelo es el denominado «contract labor», típico del golfo Pérsico, que está limitado exclusiva y drásticamente a la temporalidad. En palabras de Arango, se trata de «un concepto utilitario de la inmigración».

l Una relación complicada. «Combinar la necesidad de inmigración con las fuertes reticencias sociales dificulta enormemente la gestión de este fenómeno en Europa», subraya Joaquín Arango, quien atisba un panorama que se presenta de lo más «incierto». Obedece, entre otras cuestiones, a las dificultades que están encontrando los estados europeos para atraer a la inmigración escogida y, a la vez, para evitar a la no querida. «En la competencia por los mejores y por los más listos Europa sólo logra coger al cinco por ciento y se ve superada ampliamente por Estados Unidos», subraya el experto. Otra dificultad añadida consiste en asegurar la temporalidad, es decir, garantizar que los inmigrantes se van y no se quedan en el país, mientras se ponen dificultades a la integración, a la que se ve, según Arango, como «un premio para aquellos que hacen méritos».

l «¿Spain is different?». Nuestro modelo consiste en cubrir las vacantes del mercado de trabajo. Explica el catedrático de Sociología que antes de 2005, con el PP en el Gobierno, los procedimientos eran «lentos, burocráticos y engorrosos». La reforma de ese año facilita la obtención de mano de obra, «pero tampoco vacuna contra la ilegalidad», advierte Arango, quien alerta de la «dificultad de identificar las vacantes reales» de puestos de trabajo del «riesgo de demandismo» y de que puede predominar un modelo de «trabajo barato y de baja productividad». Además, también ve peligro de que «se agraven las oscilaciones en un mercado de trabajo muy volátil».

l ¿Y qué hacemos? Arango sostiene que no es razonable que un fenómeno social como la inmigración sea gobernado «a corto plazo». Además, por su volumen y características, tampoco puede estar determinado por los empresarios. Receta: más allá de administrar mejor o peor, una correcta gestión de la inmigración tiene mucho que ver con el paradigma, con el modelo implantado, aunque tampoco se vean alternativas claras. «La crisis puede ser un buen momento para revisar y discutir ese paradigma», sentencia Joaquín Arango.