La caída del 80% en la carga laboral obliga a los arquitectos a emigrar

Viernes. Facultade de Arquitectura en A Coruña. Un grupo de estudiantes aguardan ante un aula del primer piso. Algunos portan maquetas construidas en cartón. Esperan para leer el proyecto de fin de carrera. En uno de los laterales del corredor principal aguarda Marta López. Una compañera le ayuda a sujetar su proyecto. Reproduce lo que sería un centro social en el concello de Marín, en Pontevedra. A unas horas de convertirse en arquitecta, tiene cara de satisfacción. Pero a nivel laboral sabe que tendrá que irse fuera. En Galicia no hay mucho futuro. «Estoy mirando las becas Argo, es una oportunidad para marcharme al extranjero. Tampoco hice nada de eso mientras estudiaba», dice. Eso ocurrió hace ya varias semanas, pero no es la única que piensa igual.

Los datos que maneja el Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia (COAG) muestran como entre el 2007 y el 2010 el volumen de trabajo de los arquitectos ha bajado en la comunidad entre un 80 y un 81%. El descenso tiene su explicación. La mayor parte de los licenciados que trabajan en la comunidad viven de la construcción.

Nuevo concepto

Ese es el problema. «No es cierto que no haya trabajo para nosotros en Galicia, lo que ocurre es que la sociedad ha mudado sus prioridades y el trabajo está mal ordenado. En Galicia hay mucho patrimonio que conservar y un territorio que ordenar», apunta Fernando Agrasar, arquitecto y profesor de la Escuela de Arquitectura de A Coruña, que confirma que los mejores talentos se están marchando fuera.

Es el caso, por ejemplo, de Fernando Alonso, un joven que después de haber trabajado en el estudio de Urquiola, en Milán, terminó la carrera a principio de año y, un mes después, decidió ir a buscarse la vida a Brasil. «Vine a buscar trabajo aquí ante la falta de opciones que hay en España y en Europa, pero también porque tenía interés en ir a una ciudad multicultural y aprender de ella. Quería ver asentamientos urbanos que puedan surgir de la espontaneidad y quitar algo interesante. Para eso hay que estar en la ciudad», explica. Ahora, varias semanas después de haber aterrizado allí ya tiene trabajo. Desarrolla su labor en el estudio de Jorge Mario Jáuregui y, apunta, «recientemente me ha llamado una joven arquitecta llamada Nanda Eskes para colaborar en un proyecto de regeneración urbana en el barrio de Lapa».

Fuera de Galicia también tiene previsto irse otro arquitecto recién titulado. Su nombre es Antonio Armesto Abelaira, que ya estuvo un año en la agencia de Dominique Perrault, en París, donde hizo algunos trabajos. «He elegido ir fuera porque las opciones de trabajo y formación en estudio son mucho mayores que las que puede haber aquí», comenta.

Los recién licenciados eligen irse porque también observan cómo lo están pasando los colegas que llevan años en el gremio y que ahora tratan de sobrevivir. «Todo está bastante mal, el precio de las obras ha bajado un montón y todo lo que puedes encontrar son reformas», apunta la arquitecta ourensana María Diéguez, que ahora trata de mantenerse haciendo proyectos de rehabilitación en Barcelona, Valencia y en su ciudad natal.

A su juicio, lo que está ocurriendo en Galicia es una cosa increíble. «Los que saben hacer las cosas se van fuera porque lo que les pagan aquí es muy poco, y aquí quedan algunos que terminan realizando obras por precios irrisorios, con la falta de calidad que eso conlleva», explica. Al mismo tiempo, pese al tópico, apunta lo complicado que resulta a veces para un arquitecto llegar a fin de mes. «He llegado a pedir ayuda a mis padres para poder pagar los costes fijos», comenta esta licenciada que tiene unos gastos mensuales permanentes de unos 500 euros.

Y el estado de precariedad no solo es común entre los que comienzan su rodaje en este sector. También lo es para los que tienen a sus espaldas años de experiencia. «Irse fuera es la opción más normal. En mi caso estoy en paro y he entrado ya en una etapa de destrucción de los ahorros que tenía», comenta Lino Portela, un arquitecto de Pontevedra con un amplio currículo.

«Lo que ha ocurrido es consecuencia de una irresponsabilidad política, porque la burbuja debería haberse parado promoviendo vivienda social», recuerda.