El futuro de los inmigrantes

Occidente está a favor, al menos en apariencia, de que los países africanos y árabes caminen hacia la democracia en detrimento de los líderes autoritarios que quieren perpetuarse en el poder. Sin embargo, a la vista del último conflicto entre Italia y Francia son pocos los que quieren asumir que las revueltas provocan una oleada de inmigración por la inestabilidad de los países –en su lugar seguramente los europeos harían lo mismo– y el miedo al futuro. De hecho, los inmigrantes que ya han llegado a las costas italianas en los últimos meses son ninguneados y Roma y París se pasan el problema como si jugasen un partido de tenis que tiene poco de solidario.

El pasado domingo Francia paralizó los servicios en la línea ferroviaria con Italia, según este último país, para frenar la llegada de tunecinos desplazados de su país por las revueltas. Francia, por contra, afirma que el cierre fue temporal y solo por razones de seguridad para evitar conflictos con los manifestantes congregados en la estación de Ventimiglia para protestar por otro tema. La Comisión Europea no termina de creerse las explicaciones de los franceses o eso demuestra al asegurar que seguirá “de cerca” la disputa. Además, no descarta poner en marcha una política de inmigración firme.

Mientras unos y otros aclaran lo sucedido y la Unión Europea toma cartas en un asunto preocupante y falto de todo tipo de solidaridad –más aún cuando se sabe que los desplazamientos a Europa no responden a un movimiento migratorio regular sino al resultado de conflictos políticos graves–, los inmigrantes siguen siendo ninguneados y maltratados. La visión de la inmigración en Europa podría empeorar considerablemente ya que la ultraderecha –que hizo de éste uno de sus temas fuertes de campaña– pasó de los 5 a los 39 diputados en Finlancia y también podría ganar terreno a otras formaciones políticas en Francia. No obstante, no estaría de más recordar que casi todos fueron inmigrantes alguna vez.