Luto por el voto de los emigrantes

«Mi hijo conoce como la palma de su mano el concello de Vimianzo», asegura José Raimundo Insua, secretario del Consejo de Residentes Españoles en Berna y Basilea. El supuesto desarraigo de los emigrantes con sus municipios de origen se diluye en el caso de la emigración a Centroeuropa, donde la proximidad y los vuelos de bajo coste aumentan el contacto con la realidad de sus concellos. Es precisamente en este contexto europeo donde surge la mayor oposición al artículo de la reciente reforma de la ley electoral que solo permite el derecho al voto en los comicios locales a aquellas personas que están en el censo electoral de residentes, es decir, los que tienen alguna relación de vecindad con el municipio.

Estas serán por tanto las primeras elecciones municipales en las que los emigrantes gallegos -incluidos en el censo de residentes ausentes (CERA)- no podrán votar. En el resto de las citas electorales del día 22 -las que se celebran en 13 comunidades autónomas- deberán solicitar el voto, lo que está provocando un descenso brutal en la participación. Hasta ayer, solo lo había pedido el 10% de los expatriados españoles.

Ante esta situación, los líderes de la emigración, entre los que hay un buen número de gallegos, han decidido diseñar una estrategia de rebelión cívica. La plataforma contra la privación del derecho de voto organizó el sábado pasado una reunión en París para analizar la situación en la que se queda la diáspora ante la primera cita electoral en la que no podrán tomar parte. Tras la minicumbre de federaciones y entidades de Francia, Suiza y Alemania, se decidió convocar una jornada de duelo por el voto emigrante para el próximo día 20, una vez finalizada la jornada electoral de las autonómicas en los consulados. «Se depositarán ramos de flores o cualquier elemento simbólico y se llevarán lazos negros», explica Insua, que, junto al presidente del Consejo de Residentes Españoles en Berna y Basilea, Ramón Carreira, forman parte del núcleo que está organizando la oposición a la reforma de la ley. La próxima acción será convocar otra reunión a nivel europeo después del verano para diseñar la estrategia a seguir a medio plazo.

Participación baja

Aunque la participación en comicios locales anteriores no era muy alta -el voto era rogado-, los emigrantes consideran que se les ha amputado un derecho constitucional. Los cálculos que hay sobre la participación de la diáspora en anteriores elecciones municipales oscilaría entre el 5 y el 6%. Aunque es difícil saber el grado exacto del nivel de votación entre estos electores, pues las papeletas iban directamente a urna y no pasaban por un escrutinio diferenciado como sucedía en las elecciones autonómicas o en las generales. «Sea cual fuera la participación, los que ejercían este derecho lo hacían para mantener su vinculación con su municipio de origen. Y ahora nos echan fuera del sistema», recuerda Raimundo Insua. «Y a los que no lo ejercían, les disgusta mucho que les quiten un derecho que tenían», añade.

En este sentido, hay simetría en los argumentos de los expatriados en Europa y los del otro lado del Atlántico. «Siento decir esto, pero creo que España ya no es una democracia», asegura Francisco Lores, presidente de la Federación de Asociaciones Gallegas en Argentina, el país que agrupa al 37% de la diáspora gallega. Como el resto de los dirigentes de la emigración consultados, Lores culpa a los dos grandes partidos, PSOE y PP, de «haber dado la espalda» a los españoles en el exterior «por simple especulación partidista».

Lo cierto es que la extensión de los derechos de ciudadanía a nietos con la ley de memoria histórica ha aumentado sensiblemente el censo de residentes ausentes. Desde el 2007, el registro de los emigrantes con derecho a voto ha aumentado en 40.718 personas y alcanza ya los 348.613 electores potenciales. Los emigrantes gallegos ponen el acento en esta paradoja: por un lado se extiende la ciudadanía -en países como Cuba se duplicó el censo- y, por otro, se recortan derechos.