MANUEL FIGUEROA RODRÍGUEZ «Liechtenstein es un paraíso»

(27/12/2011)

MANUEL FIGUEROA RODRÍGUEZ
«Liechtenstein es un paraíso»
Presidente del centro español Santiago Apóstol del Principado.

Autor:
s. garrido
Localidad: 
carballo / la voz
Fecha 27/12/2011

El Principado de Liechtenstein está en el corazón de Europa, por la orilla del río Rín, entre los montes austríacos y suizos (muy cerca de Zúrich). Es un lugar pequeño y hermoso, de postal, nevado estes días (y muchos más). De un tamaño un poco inferior a Carballo o Vimianzo, con 36.000 habitantes, y un equipo de fútbol al que siempre le toca perder contra España en el que juega un chaval con raíces de Dumbría.

Liechtenstein es además una pequeña parroquia da Costa da Morte, un desconocido reducto europeo de la emigración gallega. De los 336 españoles que residen allí (sobre todo entre Vaduz, la capital, y Schaan), más del 90 % son gallegos. Y la inmensa mayoría, procedentes da Costa da Morte y los ayuntamientos de su entorno. Manuel Figueroa, de Ozón-Muxía, con casa en Cee, preside el Centro Español Santiago Apóstol desde 1999, veinte años después de su creación.

-¿Qué opina de eso que dicen de Liechtenstein, que es un paraíso fiscal?

-No lo sé, yo de esas cosas no entiendo nada. Lo que si sé es que Liechtenstein es un paraíso, así, sin más. Eso si lo puedo decir. Es un lugar en el que se vive bien, que tiene impuestos bajos, muy tranquilo, donde no hay barullo, en el  que abunda la tranquilidad y el orden, con gente seria y a lo mejor algo fría, igual que el tiempo. Yo no puedo decir otra cosa que aquí se está muy bien. Pero no es Eldorado que algunos vendían. No hay tanto oro como se decía hace tiempo. Y ya llevo muchos años: 32 el próximo 2 de febrero.

-En los primeros años, no sería muy fácil poner este remite en las cartas...

-Recuerdo que entonces, en aquellos primeros años, pensaba que, para ser un sitio tan pequeño, tenía muchas letras y la mayoría consonantes. Y aprendimos todos copiándolas poco a poco, unos de los otros.

-¿Les llegó la crisis?

-Algo se nota. Si que se ve algo de paro, pero muy poco. Anda por el 2,5 %. A los gallegos creo que no les afecta.

-¿Les pasa como en Suiza, donde los gallegos tienen muy buena fama?

-Si, es así. Representamos sólo o 1 % de la población del Principado, pero somos conocidos y tenemos fama de trabajadores y obedientes. Siempre fue así. Cuando yo llegué ya estaban mi hermana y mi cuñado. Entonces seríamos unos 800 o 900. Con los años, fuimos a menos.


-¿Y no hay relevo?

-No, marcha de vuelta mucha gente que ya anda cerca dos 60 años, las pensiones son buenas. Hay gente joven que quiere venir, pero esto ya no es como antes. Muchos no se adatan. Las dificultades son mayores, piden el idioma alemán. Yo recibo a veces llamadas de gente que pregunta que puede hacer para venir, pero ya les explico lo que hay, que no es nada fácil. Nos mantenemos los que estamos, aunque se que hay algunos puestos, más en la construcción que en las fábricas. Yo siempre estuve en ellas, en una de enlatado.

-¿Y hay alguno que marcha para ahí a buscar la vida sin nada organizado? En Suiza pasa.

-El hecho de que llamen y pregunten si hay trabajo ya es de por si una novedad. Antes no pasaba, eso da idea de lo mal que están las cosas. Y, sí, aparece de vez en cuando alguno algo desbandado, que pasa un mes mirando, pero no se adapta o no encuentra. Los empresarios ya no esperan ahora por la mano de obra como antes.

-¿Se mantienen los vínculos con Galicia?.

-Si, esos no se pierden nunca. Con los encuentros en el centro, las fiestas, los viajes que hacen regularmente tres taxistas de Muxía, que vienen mucho con paquetes de los familiares. Hacen unas rutas de 2.000 kilómetros que yo tantas veces tengo recorrido.

-¿Tienen algún tipo de relación con el príncipe, por cierto?

-Sólo el acto de recepción que hace el día de Año Nuevo, o las felicitaciones que manda.