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Javier de Lucas: "Es absurdo creer que la inmigración se ha terminado debido a la crisis"

(29/02/2012)

"Es absurdo creer que la inmigración se ha terminado debido a la crisis"

El experto cree que seguirá tratándose al trabajador extranjero como una "herramienta barata"

 

Javier de Lucas posa, ayer, en un céntrico hotel bilbaíno. / LUIS ALBERTO GARCÍA

El catedrático Javier de Lucas recibe hoy, en Bilbao, el premio Francisco Javier de Landaburu Universitas 2011, concedido por Eurobask, gracias a su estudio sobre la igualdad y el reconocimiento de los inmigrantes en la Unión Europea.

Pregunta. Afirma en su trabajo que las políticas de inmigración de la Unión Europea han sido un fracaso.

Respuesta. Hay que estar ciego para no reconocer que así ha sido en términos de igualdad, que es como debe plantearse la integración de los inmigrantes, pero también en términos utilitaristas, que es como en realidad se ha planteado, con el objetivo de que supongan el menor coste y conflicto posible.

P. ¿A qué se refiere?

R. En Europa nunca se ha pretendido una igualdad real de los inmigrantes. Más bien se ha querido subordinar su presencia a las funciones económicas y laborales que se les han asignado. Se podría afirmar que se ha buscado su presencia ausente. A las siete de la mañana todos son pocos para ir a trabajar, pero a las siete de la tarde todos sobran; nadie quiere verlos.

P. ¿Cuáles han sido las consecuencias?

R. En un primer momento incubamos la indiferencia respecto al otro y en un segundo estadio la humillación, tratando al inmigrante como una especie de menor de edad que no puede ser como nosotros. Ese menosprecio genera maltrato y puede desembocar en odio, que a su vez puede estallar como un conflicto social, sobre todo si se plantea en un plano de identidades.

P. ¿Deben ser los derechos de todos los inmigrantes idénticos a los de los autóctonos?

R. La integración no tiene sentido como objetivo si no significa igualdad, aunque tampoco se tiene que entender esta en clave de homogeneidad. Puede ser un proceso gradual.

P. ¿En qué sentido?

R. No parece desprovisto de razón someter el reconocimiento de esa igualdad a un plazo mínimo para constatar la estabilidad de la presencia de aquel a quien queremos tratar igual. No se trata de dar derechos al turista o a quien está de paso, porque no los necesitan. En la ciudad, como primera esfera política, no veo problema de reconocer los derechos políticos a quien vive en ella de forma estable. Por el contrario, entiendo tres o cuatro años como un plazo razonable para reconocer esa igualdad en las otras comunidades políticas: las autonomías, los Estados o la propia Unión Europea.

P. ¿Es distinta la situación europea que la de otras zonas de recepción de inmigrantes?

R. Se podría decir que guarda analogía con la de Estados Unidos, que incluso es peor, aunque nada tiene que ver con la de otros países de parámetros similares, como Australia o Canadá.

P. ¿Todo lo que aportan los inmigrantes es positivo?

R. Depende del criterio. En términos económicos, la mayor parte de estudios de bancos y entidades financieras, que no son ONGs precisamente, han dejado claro que la balanza es a favor de la aportación económica que realizan los inmigrantes, en términos de riqueza, a la sociedad a la que llegan. Además, son un factor de equilibrio en la balanza económica internacional, ya que por vía de las remesas, consiguen elevar el nivel de vida de los países de los que vienen. Es cierto que tienen un coste en materia de Seguridad Social o prestación por desempleo, como cualquier otro trabajador, pero es que lo contrario se asemejaría a una regresión a la esclavitud.

P. ¿Y a nivel social?

R. Cuando uno se encuentra en dificultades, se agarra a lo que le da seguridad. En territorio extraño, y ante un contexto que no les resulta fácil y en ocasiones incluso hostil, un inmigrante se agarra a su propia comunidad en el sentido cultural, religioso, nacional o de idioma. Tiende a replegarse en su propia identidad, lo que provoca dificultades de convivencia. Pero es que todo incremento de la pluralidad conlleva un aumento del conflicto y no hay por qué entender este como una patología. Donde hay pluralidad y libertad para vivirla se plantean más problemas que allí donde la gente no se mueve.

P. ¿Es igual la situación para todos los grupos étnicos?

R. La admisión es más fácil cuantas mayores afinidades culturales o religiosas haya. En este sentido, los latinoamericanos y los europeos lo tienen más fácil en España.

P. Y, sin embargo, a veces es más positiva la imagen que transmiten las comunidades asiática o africana.

R. Porque depende también de la experiencia vivida. Si la primera oleada migratoria de un determinado grupo causó problemas, se genera la imagen de que siempre va a ser así.

P. ¿Se resolverá el problema con el tiempo?

R. Desde nuestro punto de vista, creo que seguiremos tratando al inmigrante como una herramienta barata y aceptaremos su llegada mientras lo siga siendo. En cuanto al fenómeno en sí, a corto plazo se producirá una ralentización como consecuencia de la crisis, pero es absurdo pensar que la inmigración se ha terminado. La gente emigrará mientras existan perspectivas de mejora y menos barreras infranqueables para hacerlo.

 

 

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