El pasado martes, la paciencia de los socios desbordó su límite y liderados por Domingo Lamosa, un gallego emigrante famoso en Buenos Aires por ser el propietario de un restaurante al que acuden los artistas, increparon duramente al director médico, Ivo Malach, que solo atinó a refugiarse en un servicio. Cuando Malach se propuso cruzar hasta su despacho, fue sacudido y hasta le rasgaron la manga de su camisa. Los socios temen que los rumores que apuntan a que un grupo de inversores privados busca el cierre definitivo del Centro Gallego para convertirlo en un hotel se hagan realidad.
Un grupo de usuarios, en una de las protestas celebradas en los pasillos del centro. bottinelli
«Los directivos se esconden, la atención es pésima»
«Los médicos que están de directivos se esconden», declaró una socia del Centro Gallego desde hace 60 años que quería hablar con el director. «Y Javier Santos, el subdirector médico, cuando mi marido estuvo internado en noviembre se escapaba. La atención fue pésima», agregó. Por su parte, Domingo Lamosa afirmó que denunciarán al director «por falta de atención a todos los internados, él va a ser el responsable». «Mi marido es un enfermo oncológico -dice otra socia desde hace 75 años- y yo estoy pidiendo la historia clínica porque veo que esto se derrumba. Me dicen que espere 30 días. Eso es una vida para él, no puede esperar tanto».
Por su parte, el Sergas señaló ayer que el Centro Gallego de Buenos Aires es una institución privada con la que solo mantienen un apoyo técnico. Sanidade indicó, no obstante, que se responsabilizaría de los gallegos que quedasen desatendidos en caso de cierre.
