Según el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de los sureuropeos que han venido a probar suerte a Alemania, los españoles son los primeros en regresar: uno de cada tres inmigrantes españoles en este país vuelve a casa al cabo de un tiempo, seguidos de los griegos –la mitad de ellos permanece en territorio alemán–. Las razones: presumiblemente, la dureza en la asimilación del idioma, las trabas a la hora de encontrar piso o el choque con el «modus operandi» germano.
Pero están los que se quedan, que son la mayoría. La OCDE apunta que a raíz de la crisis, la emigración española en Alemania entre 2007 y 2011 ha repuntado en un 50 por ciento y creciendo: el año pasado unos 28.000 españoles emigraron a Alemania, un 44,7 por ciento más en comparación con el año anterior.
Los españoles no han sido los únicos: más de un millón de personas emigraron a Alemania en 2012, una cifra que no se alcanzaba desde hace 17 años. La mayoría de ellos, 765.000, son de procedencia europea, sobre todo del Este y del Sur de Europa. En primer lugar se ubican los polacos (176.000), las siguen los rumanos (116.000) y, en tercer lugar: los búlgaros (59.000). En el cuarto lugar están los griegos, luego españoles e italianos.
Según la Oficina Federal de Estadística de Alemania, casi la mitad de los nuevos inmigrantes llegados a Alemania tiene finalizado estudios superiores y están mejor cualificados, «lo que ayuda a que encuentren más fácilmente una ocupación relacionada con sus estudios y en menos tiempo». Según el Instituto para el Mercado del Trabajo de Núremberg (IAB, según sus siglas en alemán), en 2005 este tipo de inmigrante sólo alcanzaba al treinta por ciento, seis años después la cifra asciende a 44 por ciento.
Quedará finalmente por verse si la nueva inmigración de la periferia europea –llamada eufemísticamente movilidad por muchos políticos alemanes– hacia Alemania disminuirá la competitividad de estos países al mediano plazo.
