(17/02/2014)
El intento de Suiza de preservar su modelo castiga al inmigrante español
Hace dos meses una familia española provocó un gran revuelo en Ginebra al levantar una tienda de campaña delante del lujoso hotel Kempinski, desde donde se dirigía a los atónitos transeúntes pidiéndoles dinero porque no tenían de qué vivir. Si se restablecen los controles de extranjeros en las fronteras suizas, situaciones como esta no se volverán a producir. La afluencia de españoles hacia la Confederación Helvéticahabía tomado, en los últimos meses, importantes proporciones. Sin controles en las fronteras era fácil venir a probar suerte en este país con una tasa de desempleo del 3%, protegido de la crisis económica que azota el resto del continente europeo y situado a pocas horas en coche de la frontera de los Pirineos.
El atractivo que Suiza tienen para los españoles forma parte de una larga historia que remonta a los años sesenta, cuando trenes cargados de temporeros llegaban para trabajar en la agricultura. Venían por pocos meses y dormían en enormes hangares instalados en la parte trasera de la estación de tren de Cornavin, en el centro de la ciudad.
Los españoles no eran los únicos atraídos por este El Dorado suizo. Las autoridades locales registraban también un importante aumento de portugueses, italianos y griegos en proporción con la población residente en el país. En 2012, al notarse un aumento de un 34% en el porcentaje de llegadas, se empezaron a dar las primeras señales de alarma.
Las primeras cuotas de inmigración, que establecían permiso de entrada a solo mil personas, fueron impuestas a partir de mayo de 2012 y eran aplicables a los ciudadanos de los países del este de la UE. Las autoridades veían de manera positiva la atracción de Suiza, pero decían tomar en cuenta el miedo de la población ante el fuerte flujo de población inmigrante. Esta situación de descontento fue utilizada por el partido de extrema derecha Unión Democrática de Centro (UDC) para construir su campaña contra una inmigración que, según este partido, causa una deteriorante presión sobre las infraestructuras, fomenta la inseguridad y provoca la bajada de salarios.
Sin embargo, la primera sorprendida por el resultado del referéndum celebrado el pasado domingo fue la propia UDC porque tenía pocas esperanzas de éxito y sólo quería presionar al Gobierno y al Parlamento para que cambiaran de política respecto a la inmigración. Perplejidad también por parte de la Unión Europea y de los extranjeros que trabajan en Suiza.
Según el profesor de la Universidad de Ginebra Yves Flückiger, este es un voto de protesta en el que los suizos no distinguieron entre los extranjeros que vienen al país huyendo de la miseria y los trabajadores cualificados que llegan para trabajar. «Después de abandonar en 2008 el secreto bancario, por presiones de la OCDE, los ciudadanos quieren defender su modelo político y social contra viento y marea», afirmó.
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