Miguel Fernández, del Foro pola Inmigración, reconoce que en Santiago ha caído el número de inmigrantes nuevos que llegan a la ciudad sin ninguna vinculación previa. Sí están llegando ahora, aunque no masivamente, emigrantes retornados, que son hijos o nietos de gallegos; y, por supuesto, familiares de extranjeros con mucha antigüedad en la ciudad y que se acogen a las políticas de reencuentro familiar. Esta circunstancia viene a reafirmar la idea de que los inmigrantes afincados en Santiago están totalmente integrados y, por eso, optan por traer al resto de sus familiares (padres, hermanos o hijos) para no volver a su lugar de nacimiento. Fernández apuntó que, entre los que vuelven, suelen encontrarse individuos solos sin arraigo o personas que, después de pasar por albergues, haber vivido en la indigencia o en la calle, regresan a sus países.
De los cuatro mil inmigrantes que residen en Santiago, unos 300 han conseguido la nacionalidad española. La mayoría tiene su situación totalmente legalizada y cuenta con las tarjetas de residente o comunitaria. Y si bien sigue habiendo un grupo de los llamados «sin papeles», el porcentaje de estos se limita a un 8 %. Los que no han logrado regularizar su situación, aún después de muchos años en el país, son aquellos que trabajan en precario, es decir, sin contrato, lo que es indispensable para obtener los papeles.