Es dominicana, tenaz y sonriente. Llegó con 16 años al instituto de O Couto y hoy cursa 2º de Educación infantil en la Facultad de Ciencias da Educación. Es, «lamentablemente», matiza enseguida Indiana Rincón, uno de los pocos casos de inmigrantes que alcanzan el éxito académico. La mayoría se queda en el camino. Ella lo tiene claro: después de las lágrimas por la adaptación toca trabajar a fondo y no dejarse contagiar por el desánimo.

Llegó al instituto de O Couto con el curso empezado, extranjera, con acento extraño, de color extraño... El aterrizaje, recuerda, fue complicado: «Como aún no tenía la homologación de los estudios de la República Dominicana, la orientadora me recomendó empezar en 3º de la ESO, un curso inferior al que me correspondería en realidad. Los primeros meses fue todo llorar y llorar, no por querer irme sino por el cambio de amigos, por cómo son aquí las personas, todo distinto. En la clase que yo estaba era la única que llegó de fuera así, de repente; yo era la distinta, aunque la verdad es que fui bien recibida».

El abanderado de la familia Rincón en Ourense fue el padre: «Mi madre, mi hermana y yo vinimos aquí porque mi padre, que llevaba ya un año trabajando en unas granjas, pudo reclamarnos. Él nos dijo: las voy a traer para que estudiéis, no para que viváis la vida loca. Lo que lo motivó a él para venir aquí fue darnos buenos estudios a nosotras».

Así que Indiana se lo tomó a pecho: «Cuando llegó la homologación pude pasar a 1º bachillerato y me aventuré a dar el salto. Lo saqué con muchísimo esfuerzo, aprendiendo métodos de estudios de unas compañeras que tenían muy buenas notas y que me ayudaban; después hice la selectividad porque me animó un profesor. Me aventuré de nuevo y aprobé. Ahora estoy en Educación infantil y me va bien. La verdad es que en el futuro me veo aquí»

Pese a su maleta vital, Indiana no se siente inmigrante: «No, porque he sido muy bien acogida, me siento como una más, pero otros no han tenido mi suerte. Mis padres no se han integrado así, ellos quieren irse cuando puedan y mi hermana tampoco se integró; se irá tan pronto acabe un ciclo de peluquería.

Las imágenes de la valla de Ceuta despiertan la sensibilidad de Indiana: «En Santo Domingo también pasa hacia Puerto Rico. Su vida es tan precaria que se arriesgan a hacer eso sin pensar en las consecuencias. Su situación económica no les permite vivir y arriesgan».