Se llama ese centro Jacobo Romero Rivera en recuerdo a una de las víctimas del Alvia. Su novia, Lucía Arosa Rey, también se dejó la vida en aquel accidente. La escuela es resultado del empeño personal y la constancia de Begoña Romero, prima de Jacobo, y una persona muy vinculada a la cooperación. En el 2010 estuvo en la zona en un proyecto de la Universidad de Las Palmas y se quedó con las ganas de consolidar aquella experiencia. Sobre todo por las carencias que detectó en la atención a niños con necesidades especiales. La distancia física entre Galicia y Senegal es medible en kilómetros, pero la distancia en sanidad, educación, infraestructuras... es compleja de calcular. Por abismal.
Comenzó a darle vueltas a la cabeza. Y tras el accidente quiso cristalizar la idea con rapidez y creó una asociación para gestionar todo el proyecto. Esa oenegé se llama Jaime Rever, juego de palabras con j?aime rever (amo soñar, en francés, idioma oficial en Senegal). En apenas 9 meses aquella idea ha cuajado gracias a cientos de colaboraciones privadas (se organizaron también torneos, conciertos...). Y, sobre todo, la aportación de la propia familia Rivera Romero.
La escuela comenzará a funcionar al 100 % a partir de septiembre. Sus instalaciones ya están listas. Se inauguraron el pasado sábado, en un acto «alegre y emotivo, con música tradicional local, con tamtam senegalés y con cajón español», explica Begoña, que será una de las personas que trabajen en ese centro, junto a otros maestros locales y voluntarios españoles (participan ya cuatro profesores).
De ese aire festivo del sábado se contagiaron todos. Acudieron familiares de Jacobo Romero, autoridades locales, y 200 niños de la zona, parte de los cuales podrán acceder a los servicios de este colegio público. Sobre todo aquellos con dificultades motoras, problemas de lenguaje, retraso mental... Para esos críos, esta escuela es una realidad soñada durante mucho tiempo. La cara de una cruz a 3.500 kilómetros.