Los 28 ministros del Interior de la Unión alcanzaron ayer un acuerdo templado. No todo lo ambicioso que esperaba la Comisión Europea pero suficiente para garantizar la reubicación de 120.000 refugiados durante los próximos dos años. Sin cuotas obligatorias ni sistema de reparto automático. Pero lo hicieron sufriendo más de la cuenta. 

El consenso «no fue posible», reconocía al término de la reunión el ministro luxemburgués, Jean Asselborn. Aunque una amplia mayoría respaldó la propuesta, la unanimidad se rompió cuando cuatro países del Este (República Checa, Eslovaquia, Hungría y Rumanía) cumplieron su amenaza y se sublevaron contra la acogida de refugiados procedentes de los países en primera línea de llegada. La maniobra provoca una fractura en la familia europea que será difícil reparar. «La gente dirá que la UE está dividida pero hay que entender que estamos en una situación de emergencia. Si no lo hubiésemos hecho estaríamos aún más divididos y con un mayor problema de credibilidad», se defendió Asselborn. La UE no tenía alternativa. O sacrificaba la unión o volvía a cosechar otro fracaso mostrando al mundo su incapacidad para mostrar solidaridad y gestionar una de las peores crisis humanitarias a las que se ha enfrentado.

El férreo bloque del Este llevó su rechazo hasta el final. Por el camino vio cómo un aliado fundamental les daba la espalda. El grupo de Visegrado (V-4), integrado por Hungría, República Checa, Eslovaquia y Polonia, dijo adiós a este último que decidió apoyar el esfuerzo del resto de socios europeos. «Es un momento histórico para la política migratoria europea», celebró al término de la cita el comisario de Migración, Dimitris Avramopoulos, restando importancia a las disidencias.

Plan en dos fases

La primera fase del programa abarca la acogida de 66.000 asilados (15.600 procedentes de Italia y 50.400 de Grecia). En cuanto los puntos de identificación de inmigrantes, conocidos como «hotspots», se pongan en marcha, ambos países podrán iniciar el proceso de redistribución entre sus socios europeos. Alemania encabeza la lista de acogida con 17.036 asilados, seguida de Francia (12.962) y España (8.023). La cifra se fijó siguiendo el criterio de reparto propuesto por Bruselas. ¿Cuál será el destino de los otros 54.000 refugiados? La UE ha acordado que sean reubicados en una segunda fase. Los países que se beneficiarán del reparto serán Grecia e Italia aunque no se descarta que en el futuro sean incluidos otros socios si sus sistemas de asilo se ven sometidos a una presión migratoria extraordinaria. 

La que queda excluida del programa definitivamente es Hungría. Su amotinamiento contra la acogida de refugiados no solo le ha valido duras críticas de sus colegas europeos sino que también la deja al margen del reparto. Lejos de beneficiarse, tendrá que otorgar asilo de forma obligatoria a 1.294 refugiados este mismo año. Y no podrán negarse: «Los derechos no se negocian ni se discuten. Hay que acogerlos», advirtió el ministro español del Interior, Fernández Díaz. Su homólogo alemán, Thomas de Maizière, explicó que el reparto no implica que las personas reubicadas en un país puedan después ir a otro de su elección. «Si no cumplen este principio pueden ser devueltos al país al que ha sido asignados y los estados miembros están obligados a acogerlos de nuevo».

Serbia y Croacia intercambian amenazas

La escalada de tensión en los Balcanes a costa de la crisis migratoria reservó ayer otro episodio de enfrentamiento entre dos de los países de la zona. El primer ministro serbio, Aleksandar Vucic, calificó de «escándalo internacional» el cierre de fronteras que efectuó el lunes Croacia provocando retenciones kilométricas en las carreteras de acceso al país.  Miles de camiones serbios se agolpaban ayer en largas hileras a la espera de poder atravesar los principales puestos fronterizos croatas rumbo a la costa adriática.

Belgrado amenazó con tomar represalias si no se desbloqueaba la frontera y dio de plazo hasta las dos de la tarde a la Unión Europea para que forzase a Croacia a levantar las restricciones. Vucic denunció que el cierre de puertas afecta a las exportaciones serbias y provoca pérdidas diarias millonarias al país. «Croacia no puede humillar a Serbia y destruir su economía sin consecuencias», advirtió.

Pero su vecino no da marcha atrás y acusa a Belgrado de enviar al país de forma deliberada camiones con refugiados. En lo que va de semana han recibido unos 35.000 migrantes, la mayoría procedentes de Serbia. «Creo que está meridianamente claro que lo que estamos viendo es el transporte organizado de migrantes directamente a Croacia», denunció su ministro del Interior, Ranko Ostojic, antes de pedir al país fronterizo que desvíe el flujo hacia otros países como Hungría o Rumanía como paso previo al levantamiento de las restricciones. El ministro serbio del Interior, Nebojsa Stefanovic, trató de justificarse asegurando que su país no puede limitar la «libertad de movimientos» de los refugiados que atraviesan su territorio con la intención de alcanzar el norte de Europa. 

La escaramuza política entre los dos países balcánicos no es la única que ha emergido con la crisis de refugiados. La relaciones entre Hungría y Croacia están congeladas desde que el Gobierno magiar decidió levantar una valla en la frontera común. Las críticas por la gestión de la crisis llegan hasta Berlín. Ayer la presidenta croata, Kolinda Grabar, culpó a la canciller alemana, Angela Merkel, del caos en los Balcanes al haber «llamado a los refugiados a venir a Europa». Por su parte, el primer ministro esloveno, Miro Cerar, alertó de que la crisis de refugiados amenaza la misma existencia de la UE, a no ser que los socios encuentren pronto una solución a largo plazo.