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A Coruña. «Con lo que gano aquí mantengo a 20 personas de mi familia en Senegal»

(30/10/2018)

«Con lo que gano aquí mantengo a 20 personas de mi familia en Senegal»

Modou Diop lleva  más de diez años en Galicia y «sobrevive» gracias a la venta ambulante

 

 


28/10/2018

 

 

Su historia, insiste, es como la de tantos de sus compañeros. Modou -su nombre en realidad es otro pero prefiere no desvelarlo-, lleva en A Coruña casi 15 años. Desde entonces, «sobrevive» gracias a la venta ambulante. Vende zapatillas, bolsos, pulseras o mecheros. Hay días en los que puede hacer 12 euros. Otros, nada. 

 

Es poco aquí, pero mucho en su país. «Con lo que gano mantengo a 20 personas de mi familia en Senegal. Pueden comer o comprar un medicamento. Es una vergüenza marcharnos y que nuestra mujer no pueda ir al médico en Senegal». Modou es de la costa. «Allí todos somos marineros», cuenta. «Todo lo que juntamos lo enviamos», recalca. ¿Cuánto puede ser esto? «Depende», responde. No tiene problemas con el castellano y hasta se atreve con la retranca gallega. «50 o 60 euros al mes», concreta.

 

Van a calle Real, donde no tienen tiempo para distraerse en una entrevista. Están siempre alerta, en cualquier momento puede aparecer la policía. Prefiere no contar de dónde consiguen el producto. «La mayoría lo compran en un chino. Ellos lo revenden», explica Guillermo Fernández-Obanza, de la oenegé Ecodesarrollo Gaia.

 

Por las noches también van a los locales de copas. «Hay gente buena. Solo te compran por ayudar», reconoce. Tener un trabajo es la meta de todos. «Es muy difícil eso. Necesitas tener, mínimo, tres años seguidos de empadronamiento y un contrato de seis meses. Ya sabéis como están las cosas en Galicia. Marchan los gallegos fuera... Nos salen cosas temporales, 15 días o un mes. Así no tienes papeles. Muchos llevamos aquí más de diez años sin poder volver a casa a ver a nuestra familia porque no tenemos papeles. Si nos vamos, no podemos volver o hay que regresar a la patera, como se ve la tele, ¿sabes?», pregunta. Tanto tiempo sin ver a los suyos es «más que duro, ¡más que duro!», exclama. Antes de terminar, quiere destacar también lo bueno: «En Galicia estamos bien. Es tranquilo, seguro y los gallegos se portan bien con nosotros».

 

«La venta ambulante y el comercio se sitúan en planos diferentes»

Laura Suárez, profesora de Socioloxía en la UDC, considera que el entramado legal que se encuentran los emigrantes al llegar los aboca a vivir en una irregularidad administrativa

 

Normalizar frente a criminalizar. La docente de la facultad de Socioloxía Laura Suárez Grimalt apuesta por la divulgación como herramienta de convivencia. 

 

-¿Es inevitable que surjan fricciones entre la población local y la migrante?

 

-Siempre deberían ser evitables. Asimilar la figura de las personas migrantes con el top manta fomenta la proyección de imágenes negativas. Deberíamos ser capaces de separar un hecho como es la venta ambulante de un fenómeno como la migración.

 

-¿Tienen más opciones? Es decir, ¿pueden competir en las mismas condiciones?

 

-Si todos nosotros nos encontrásemos en condiciones de equidad e igualdad reales, no sería necesario establecer un debate sobre el impacto de la participación de las personas migrantes en un mercado secundario. Desde el momento en que esta situación ideal de igualdad real no existe, no hay lugar a hablar de competencia. La venta ambulante y el comercio local se sitúan en planos diferentes. Constituyen mercados diferenciados. No se trata, por tanto, de tener más o menos opciones, si no de movilizar los recursos que cada individuo tiene a su alcance para salir adelante.

 

-Y los locales, si su negocio se ve resentido, ¿qué pueden hacer?

 

-Cualquier persona que se sienta perjudicada por la venta ambulante debería solicitar respuestas institucionales. Las personas migrantes son la cara visible de un mercado de proporciones mucho mayores.

 

-Las migraciones de países desfavorecidos o subdesarrollados, ¿con qué dificultades se encuentran a la hora de trabajar en Galicia y en ciudades como A Coruña?

 

-Las personas migrantes se enfrentan a situaciones de irregularidad administrativa que dificultan la formalización de contratos laborales. La vulnerabilidad y precariedad en la que se encuentra este colectivo se debe en gran parte al entramado legal que los aboca a vivir en una irregularidad administrativa y en una ilegalidad que los excluye de los circuitos reglados del mercado de trabajo. Esto los lleva a desarrollar estrategias de supervivencia al margen del mismo, como la venta ambulante. Otro factor común suelen ser las situaciones de racismo social e institucional que experimentan y que suponen la proyección de una imagen negativa de la inmigración que lleva a determinados empleadores a preferir no contratarlos.

 

«No es la competencia, sino la falta de espacio»

Se considera la parte más afectada por la venta ambulante irregular. Los comerciantes proponen puntos alternativos en el centro para recolocarla

 

 

Los comerciantes quieren insistir en que sus quejas no están motivadas por el temor a una supuesta rivalidad desleal. «No es un problema de competencia, sino de espacio, de falta de espacio. Invaden una vía pública que es la arteria de la ciudad y uno de sus puntos más transitados», defiende Antonio Amor, presidente de los comerciantes de Zona Obelisco. «A veces apenas tienes sitio para caminar o detenerte a contemplar un escaparate», lamenta. Subraya que «sobran sitios donde realizar la venta ambulante. Desde los Cantones, al Parrote o la calle Orzán».

 

La situación a la que se enfrentan no es algo nuevo, «en los 60 y 70 ya se habilitaron puntos idóneos para mercadillos. Eran las décadas del movimiento hippy», recuerda Amor. Admite que a algunos socios, sobre todo los de las tiendas dedicadas a complementos o zapatillas deportivas, «les molesta que estén delante tuya, en la calle y sin pagar impuestos, vendiendo los mismos productos que tú ofreces pero copiados y falsificados en China. Se trata de un fraude, pero eso ya es una cuestión que atañe a las marcas afectadas», apunta Amor. Algunas ya han denunciado a la Policía Nacional por la piratería de sus productos en esta calzada peatonal.

La calle, además, no está pasando por una de sus mejores etapas. «Es una vía muy fluctuante. Después de los años de la crisis, está remontando. Hay tres bajos pendientes de la autorización administrativa para su apertura», indica. Critica el «relax» municipal a la hora de responder ante el top manta mientras el exceso de burocracia ahoga a los emprendedores. Eso y los alquileres abusivos. «Hay locales cerrados porque piden cantidades imposibles por su mensualidad», comenta.

Es consciente de que la polémica es delicada. «No protestamos por la inmigración. No se trata de eso. Solo queremos que nuestra actividad comercial se pueda desarrollar sin más atropellos que los que tenemos. Hay espacio para todos», termina Amor.

 

«Esto es el resultado del cambio climático» 

 

 

No considera que se trate de un problema local, sino de un conflicto «estructural a nivel planetario». Son sus efectos los que están llegando ahora a los coruñeses. Guillermo Fernández-Obanza, responsable de la oenegé Ecodesarrollo Gaia, con sede en el Agra, fue voluntario de la ONU. Conoce de cerca la situación de los migrantes senegaleses, la mayoría de los que nos podemos encontrar en la calle Real. «El top manta que tenemos en la ciudad es el resultado del cambio climático. Esta gente -a diferencia de los que llegaban a principios del 2000, en su mayoría marineros de las zonas esquilmadas de la costa por la pesca masiva-, son agricultores. Provienen del norte de Senegal, una región ahora aún más árida por la falta de lluvias en los últimos años. Vienen porque aquí cuentan con una red de conocidos. El dinero lo envían a sus familias», explica Fernández-Obanza. Conoce a buena parte de los manteros dispersos por el centro. «Al mes les quedan unos 60 euros libres que mandan a sus familias. Emigran aquí por subsistencia», detalla. Por encima, también están sufriendo el dumping agrario. Los excedentes de los cereales híper subvencionados de EE.UU. se venden en Senegal más baratos que los suyos. Terminan con su mercado local», subraya. Asegura que «allí te encuentras con sacos de cebollas holandesas o aceite de cacahuete estadounidense».

Él los llama «ecorrefugiados» o «nuestros acreedores». La mayoría «son hombres jóvenes. Las mujeres no vienen hasta que ellos están asentados. El nivel cultural no es el mismo que en la costa». No solo ha cambiado el perfil, dice, también las rutas migratorias: «Antes venían por Canarias, ahora suben por África y cruzan el Estrecho. La inmigración refleja el impacto que el hiperconsumo de nuestras sociedades tiene sobre el Sur explotado y expoliado». ¿La solución? «No pasa por poner barcos para que no se ahoguen, sino por ayudar a solucionar sus problemas en casa», concluye.

 

 

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