(09/08/2019)
j. fraiz molgas 09.08.2019 | Faro de Vigo
Ziortza, Martín, Roberto, Iván y Ana: Euskadi, Madrid y Albacete en Baños de Molgas. // Brais Lorenzo
Martín Ferreiro Cabo -2 años- mira a la cámara con curiosidad y recelo. Tiene un apellido en Euskadi con una doble genealogía ourensana, como miles de emigrantes que buscaron prosperar lejos. Sus padres Roberto y Ziortza, de Éibar, mantienen una conversación distendida con Iván y Ana, de Madrid y Albacete. Agosto se oculta detrás de un día lluvioso, el río Arnoia baja con un rumor leve, los grillos y los pájaros comparten una canción. En la terraza del Hotel Ansuíña, en Baños de Molgas, el grupo disfruta de un mediodía sin preocupaciones ni prisas. "¿Descansar? ¡Yo vuelvo a casa más cansado! Aquí todo el día es vicio: caña, piscina, comida...", sonríe Roberto Ferreiro (39). La vida quiso que, hace 19 años, empezara en Éibar (Guipúzcoa) la relación con su pareja, Ziortza Cabo (36). Los dos tienen una vinculación familiar y emocional con este municipio ourensano. "Su padre fue mi entrenador de fútbol y sabía de sus raíces", recuerda él, cuyo progenitor es de Molgas. "Desde que estamos juntos venimos juntos, en verano y en Semana Santa", completa ella (su padre es de Ponte Ambía). Se quedan aquí hasta mediados de mes y el resto de las vacaciones las ocuparán haciendo un viaje.
Ourense sale de la crisis demográfica en verano. Las aldeas recuperan parte del ajetreo de antaño. Las tiendas de los pueblos compiten con los supermercados. Los bares unen a vecinos y visitantes. Las fiestas, como mínimo una por cada parroquia, dibujan un continuo de bailes, verbenas y celebraciones gastronómicas. Es un espejismo, pero la estampa es feliz. Hoy en Avión, cuna de emigrantes, se celebra la fiesta mexicana; la mayoría del pueblo en la diáspora está en ese país. Retoran a Galicia para celebrar y reunirse con sus vecinos. Ayer, la iglesia de San Salvador de Baños de Molgas se llenó de habituales y de veraneantes que disfrutaron juntos de un concierto de pandereteiras, percusión y gaitas de la escuela de música tradicional.
Lugares donde se triplica
Ochenta y nueve de los 92 concellos de la provincia ganan habitantes en la época estival. Solo cae la población real en Barbadás, el municipio más joven de la provincia y uno de los más pujantes -se marcha un 1,6% del censo de residentes habituales en el verano-, en Toén (un retroceso de un 3,2%) y Beariz, con una ligera disminución del 0,5%.
En la capital, la población entre julio y septiembre crece un 0,3%, gracias al retorno de 1.663 personas con segunda vivienda y a pesar de que se marchan a otros lugares a hacer turismo 1.325 personas más de las que llegan. Ocho ayuntamientos, varios con muchas de sus localidades vacías a lo largo del año, claros exponentes del invierno demográfico, registran por lo menos un 20% más de residentes entre julio y septiembre, especialmente en agosto.
En Baños de Molgas, con unos 1.600 residentes la mayoría del año, la afluencia de personas con segunda residencia suma 333 en el tercer trimestre, mientras que el turismo aporta 54, según los datos más actualizados del Instituto Galego de Estatística. El censo en verano sube un 23,5%. El incremento es del 21,8% en Muiños y en Nogueira de Ramuín, así como de un 27,9% en Quintela de Leirado, del 28,9% en O Bolo o del 29,9% en A Veiga. Dos de los concellos con menos población lideran el incremento de habitantes en verano: San Xoán de Río -con 600 habitantes a lo largo del año en esta época tiene un 36,7% más- y A Teixeira, que pasa de los menos de 400 vecinos a un 31,9% más.
"Nuestros padres tuvieron que largarse fuera para trabajar pero veníamos todos los veranos desde pequeños. Al final hemos hecho una cuadrilla bastante grande y nos juntamos casi todos los años. Lo bonito es volver al pueblo, volver a ver a la gente y no perder estas raíces", destaca Roberto.
Los dos hijos de 2 y 3 años de Iván Cid llevan todo el verano en Molgas, en un entorno muy diferente al de Madrid, donde nació el padre unos años después de que sus progenitores llegaran de la emigración gallega. "Para niños acostumbrados a vivir en una ciudad el cambio es brutal. No tiene nada que ver la libertad que tienen aquí con lo que vives en un piso en una ciudad. Aquí están desde la mañana en la calle, en la naturaleza, viendo animales. Tienen todo el día los ojos como platos, la verdad", dice Iván. "Mi mujer y mis padres son de aquí, además de tíos, primos y abuelos. Todo nuestros entorno está por aquí cerca. Venimos muy a menudo, igual 15 o 20 veces al año".
Varias generaciones conviven en verano, dando vida al rural. Roberto aún tiene a su abuela Maruja, de 97 años. "Al final que esté la abuela viva tira un poco más todavía. Y por eso aquí estamos todos los veranos". Las plazas y corredoiras, vacías en otras épocas del calendario, se llenan de retornados y turistas en vacaciones. Niños y jóvenes cambian la imagen habitual de estos lugares, donde la bajísima natalidad ha convertido casi en un acontecimiento la presencia de los menores. "Afortunadamente, en nuestra generación hay bastantes hijos que aseguran la continuidad, no sé si del pueblo porque al fin y al cabo no van a vivir aquí, pero sí van a venir con bastante frecuencia. A los padres nos gusta esto, los amigos mantenemos el vínculo con los años y eso ayuda a animarse a venir", completa el madrileño Iván.
En la comarca de Allariz predominó la emigración a Euskadi. El éxodo local del siglo pasado, con un gran flujo en los años sesenta, trazó esa ruta como preferente. Medio siglo después, el vínculo pervive, de generación en generación. "Hay mucha gente de Éibar, Ermua u otros lugares que vuelve a Allariz en verano", confirma Roberto.
Ana Ruiz, de 42 años, conoció a su marido ourensano en Alicante, donde ambos trabajaban hace años. Ahora viven en Albacete. Ella compartía charla y caña con Ziortza, Roberto, Iván y Martín. Su esposo es de Presqueira, en Baños de Molgas. "Venimos en Semana Santa y en verano los dos, pero él además vuelve más veces, por ejemplo en Navidad. Mi marido es muy gallego. Le quedan aquí sus padres, hermana, cuñado, sobrino, tíos... Salió fuera a trabajar pero todos los familiares los tiene aquí", detalla Ana. La pareja lleva 12 años regresando a las raíces. El origen siempre queda pese al tiempo y la distancia.
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