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La enigmática inscripción de la vivienda de un emigrante de Mugardos, guadañero en Cuba

(12/09/2022)

La enigmática inscripción de la vivienda de un emigrante de Mugardos, guadañero en Cuba

ANA F. CUBA MUGARDOS / LA VOZ

 

En la imagen se reproduce el texto grabado en el dintel del balcón central de la vivienda, hoy en ruinas

En la imagen se reproduce el texto grabado en el dintel del balcón central de la vivienda, hoy en ruinas

 

En la fachada de la casa que construyó al retornar a su tierra de origen dejó grabadas estas palabras: «Yo.Voy Año 1929»

 

11 sep 2022 .

 

La enredadera que cubre la fachada oculta la enigmática inscripción grabada en el dintel del balcón central de una vivienda erigida en Mugardos hace casi un siglo: «Yo.Voy [sin separación entre el punto y la v] Año 1929». Ernesto López Naveiras (Castellón, 1941), ligado a Redes (Ares) desde su infancia y directivo de la Agrupación Instructiva de Caamouco, logró descifrar el misterio. Hace unos años, conversando con un vecino de A Graña, emigrante retornado de Cuba, descubrió el origen de aquel mensaje que siempre le había llamado la atención y que ningún vecino parecía saber interpretar.

 

El relato comienza así: «Había en La Habana un guadañero, natural de Mugardos, que toda su vida de emigrante trabajó en el muelle de Luz. Tenía un guadaño de su propiedad con un nombre muy singular, Yo.Voy, y con él transportaba pasajeros de La Habana a Casablanca y Regla». Como explica Ciro Bianchi Ross en Juventud Rebelde. Diario de la juventud cubana, «el término guadaño nombraba un tipo de embarcación pequeña y alargada, de remos y con techo semicircular, que se utilizaba para el transporte de pasajeros entre La Habana, Regla y Casablanca». El guadañero mugardés de esta historia «también atendía otras demandas de los clientes que se acercaban al muelle, para embarcar en los barcos fondeados o pasear por la bahía en barca», cuenta López Naveiras. «Su jornada laboral comenzaba temprano y a veces se prolongaba hasta altas horas de la noche, en las cálidas horas del verano, manteniendo siempre el remo en sus manos callosas, curtidas por el sol y el agua salada», como recordaba su interlocutor.

 

Aquel hombre pasó muchos años sentado en el guadaño, con los remos en la mano, «próximo a las escaleras del muelle por donde aparecería el cliente solicitando su servicio para cruzar la bahía, rodeado de otros compañeros que compartían aquel trabajo». Cuando un pasajero preguntaba quién lo llevaría a destino «todos contestaban a una: yo», y cuando señalaba con el dedo al guadañero elegido, «este respondía con una única palabra: voy». Aquel era el protocolo que regía la comunicación entre el guadañero y su cliente.

 

Varios guadaños en la bahía de La Habana

Varios guadaños en la bahía de La Habana

 

 

«Nuestro guadañero tenía que ser un hombre sensible, inteligente y no poco agradecido a su profesión. Cuando retornó a su lugar de origen debió darse cuenta de que su juventud se había consumido repitiendo muchas veces al día ‘yo voy'», concluye López Naveiras. De vuelta a su tierra, el guadañero «construyó una casa en Mugardos, y en el dintel del balcón central de la fachada, en lugar muy visible, plasmó con letras de hormigón, que debían ser de oro, Yo.Voy, el nombre con el que había bautizado su guadaño en La Habana».

 

Este representante de la Agrupación Instructiva de Caamouco elucubra sobre las razones que llevaron a aquel mugardés a dejar testimonio de su oficio en la fachada de su vivienda, donde todos la pudieran ver: «Fue una forma de agradecer a la vida o a la suerte el haber regresado a casa con sus ahorros y salud; buscó la forma de dejar constancia de su vida de trabajo y sacrificio; pretendió transmitir un mensaje de su vida honrada de guadañero; trató de llenar el vacío del retorno con la frase de su vida anterior; apostó por continuar siendo emigrante en su tierra o trató de perpetuarse en la singularidad de su acción».

 

Como historiador y experto en la emigración de principios del siglo XX, López Naveiras lamenta «la nula memoria histórica que tienen nuestros pueblos», como demuestra el hecho de que casi nadie en Mugardos conozca el significado de la inscripción. Teme que la casa, en ruinas, acabe demolida para aprovechar el solar, y con ella «esta historia desaparezca definitivamente».

 

No fue el único guadañero gallego en La Habana. De hecho, es probable que el oficio naciera de la iniciativa «de emigrantes gallegos del Golfo Ártabro», entre ellos la familia Sixto Vázquez, originaria de O Seixo (Mugardos). «Fueron gente de negocios, a principios del siglo pasado. Su padre era guadañero y los hijos también empezaron a trabajar en lo mismo. Uno de ellos, Juan, fundó los comercios Fin de Siglo. De vuelta construyó una casa en Ferrol, una vivienda indiana preciosa», repasa López Naveiras.

 

 

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